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El ajo: fuente de salud

Actualizado: 3 abr 2020

El ajo (Allium sativum, familia Liliáceas) es una planta herbácea con un bulbo redondeado compuesto de numerosos gajos, llamados dientes. El tallo crece hasta unos 20-40 cm.

Las hojas aparecen en la mitad inferior del tallo y son largas, estrechas, agudas, planas y acanaladas por el envés.

Cuando va a florecer, el tallo se encorva hasta formar un círculo, y las flores, que son escasas, forman numerosos bulbitos en el ramillete floral. Las flores son blanquecinas o rojizas, y se componen de seis piezas. Los estambres son también seis, más cortos que la cubierta de la flor, tres de ellos con dos apéndices laterales, a ambos lados de la punta que trae la antera.

El fruto es una pequeña cápsula.

Florece en primavera y verano.

Es una planta originaria de Asia Central, cultivada desde la antigüedad en nuestro país. Los dientes de ajo se plantan generalmente en otoño.


Se recolectan a finales de primavera o al empezar el verano. Entonces se trenzan sus hojas y tallos, ya de color pajizo, a punto de secarse, y se forman ristras u horcas de dos ramales, con las cabezas muy bien ordenadas. Dispuestos de esta forma, los ajos se acaban de secar y se conservan en lugares frescos y ventilados hasta que vienen los de la nueva cosecha.

Tiene propiedades antisépticas, expectorantes, vermífugas, hipotensoras, y también disminuye el nivel de colesterol.

Toda la planta contiene, pero especialmente el bulbo, una substancia sulfurada inodora llamada aliina. Ésta, por la acción de un enzima contenido en los propios ajos, la aliinasa, primero se convierte en alicina, y después en disulfuro de alilo, que produce el característico olor a ajos. También contiene fructosanas; enzimas (peroxidasas, desoxirribonucleasas, fosfomonoesterasas); adenosina; sales minerales de yodo, sílice y azufre; y vitaminas A, B1, B2 y C.

El mayor inconveniente de consumir ajos crudos (ya que cocidos pierden gran parte de sus propiedades medicinales), es el olor que impregna a la persona que los consume, tanto el aliento, como el sudor, la orina, etc, que son los vehículos de su eliminación.

Una de las mejores maneras de administrar el ajo es en forma de ajiaceite (ajaceite en algunos lugares y allioli en catalán), que es una emulsión de aceite de oliva en el zumo de ajos machacados. Cuando está bien hecho, constituye una masa pastosa homogénea, de color alimonado y con intenso olor a ajos, dulcificado por el aceite. Su aspecto es el mismo de la salsa mayonesa, pero menos amarillo. Con él se untan diversas carnes y pescados. Sin probar bocado, hay quien toma una cucharada de ajiaceite en ayunas, desleído en agua o en vino. También se puede tomar antes de acostarse. En cualquier caso se usa para disminuir la presión sanguínea y para mantener en buen estado el sistema circulatorio.


El llamado ajoblanco es menos fuerte que el ajiaceite, porque se elabora con miga de pan, vinagre y agua, y en ocasiones, en lugar de agua, leche de almendras. Tiene el aspecto de unas sopas blancas con fuerte olor a ajo, pero agrias, y se utiliza con los mismos fines.

También, para disminuir la presión sanguínea se puede hacer uso de la tintura, que se prepara con 200 gr de dientes de ajo, cortados a pedacitos, y un litro de espíritu de vino. Se dejan en maceración, en una botella bien tapada, durante diez días, removiéndola suavemente todos los días, pasados los cuales se cuela el líquido a través de un lienzo, se exprime bien el residuo y luego se filtra. Aparece un líquido de color ambarino y con intenso olor a ajos, que hay que conservar bien tapado y en sitio fresco. Se pueden tomar de 20 a 30 gotas con un poco de agua o de vino, antes de las comidas principales.

Para combatir los gusanos intestinales, también se dan los ajos en lavativas, mezclando en agua tibia e inmediatamente antes de utilizarlas, una cucharada de ajiaceite. El prurito anal, causado por el grupo de gusanos oxiuros, se calma de la misma manera. Aunque es más popular introducir en el recto, como si fuera un supositorio, un diente de ajo, pequeñito y untado con aceite si el paciente es un niño pequeño.

Contra la tos, se emplea el llamado linimento de ajos. Para prepararlo se machacan en un mortero, a partes iguales, ajos y manteca de cerdo. A los ajos bien machacados se les va incorporando la manteca hasta que se logra formar una masa homogénea. Para combatir la tos convulsiva de los niños, se extiende sobre un lienzo una porción de esta manteca de ajos y se aplica sobre las plantas de los pies tres o cuatro veces al día. Conviene preparar nueva manteca todos los días, porque pronto pierde su eficacia.


Conocido desde hace miles de años, los antiguos egipcios los utilizaban como condimento, alimento y por sus virtudes medicinales. En el libro de los Números, del Antiguo Testamento, dice Moisés: "Nos acordamos mucho del pescado que comíamos en Egipto de balde, de los cohombros y de los melones, y de los puerros, y de las cebollas, y de los ajos".

Durante la Edad Media, se lo consideraba un buen remedio contra la peste.

Por destilación al vapor de los bulbos frescos se obtiene sus aceites esenciales.

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