Hierba de San Cristobal: no tiene nada de "santa"
- jesuscarilla
- 26 mar 2020
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La hierba de San Cristobal (Actaea spicata, familia Ranunculáceas) es una hierba vivaz, muy tóxica y de olor desagradable, que crece hasta cerca de 1 m de altura, con la cepa gruesa y negruzca.
El tallo sólo lleva dos o tres grandes hojas lampiñas, sostenidas por un largo pecíolo. Estas hojas se dividen en tres folíolos, cada uno de los cuales posee también su propio pecíolo, y vuelven a dividirse hasta formar, finalmente, segmentos asimétricos profunda y desigualmente dentados. Las hojas de esta planta son ligeramente amargas.
En el extremo del tallo nacen las flores agrupadas en cortos racimos, son pequeñas, con el cáliz y la corola de cuatro piezas libres, blancas, y los pétalos poco vistosos y caedizos.
El fruto es una baya elipsoide, oblonga, de un negro lustroso cuando está bien madura, con numerosas semillas.
Florece de mayo en adelante.
Vive en los barrancos, en los bosques sombríos y húmedos, y entre grandes rocas de la alta montaña. Prefiere suelos calcáreos y es más frecuente en el norte de la Península Ibérica.
Es una planta tóxica, por lo que no se aconseja su utilización. La ingestión de frutos desemboca en una intoxicación con espasmos estomacales, dolor de cabeza, aumento del ritmo cardíaco, vómitos y vértigo.
Se recolecta la raíz y la planta para secarla.
Contiene una saponina (la acteína, que provoca hemólisis), protoanemonina, glicósidos y aceite esencial.
En las dosis correctas, tiene virtudes tonificantes del corazón. También se ha utilizado contra reumatismos articulares. Pero insistimos, se desaconseja cualquier uso.
Se había utilizado como insecticida.
Al parecer se cultivaba en la Edad Media, ya que crece entre las ruinas de castillos.
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